Saben, desde que era pequeña recuerdo a mi padre y a mis hermanos siempre con un libro en la mano.

Hola a todos,

Saben, desde que era pequeña recuerdo a mi padre y a mis hermanos siempre con un libro en la mano.

Conforme fui creciendo, intentaba con mucho afán leer libros, pero las veces que lo intentaba eran las mismas que me llevaban al fracaso. Y es que el problema realmente no era yo, sino que la mayoría de los libros que estaban a mi alcance eran complejos, porque yo era muy joven para entender el contenido y el lenguaje que manejaban.

Así que un día, mi hermano me sorprendió intentando leer un libro sobre religión. Yo tenía como diez años, y sin más ni más, me dijo que si en verdad quería empezar a leer, tenía que empezar con algo más “light”. Y cambió ese libro amarillo por una edición de Porrúa, de esos de la colección “Sepan cuántos” que decía en letras grandes “Oscar Wilde”, lo abrió y me dijo “hermana, te sugiero que leas este cuento, es corto”. Era “El ruiseñor y la rosa”.

Ese cuento es tan corto como hermoso. Recuerdo más o menos que la trama se basa en la historia de un joven cuyo estatus social no era el mismo que el de la joven doncella que le había robado el corazón. La conoció en un baile, y cuando el joven reunió el suficiente coraje para invitarla a bailar, ella le dijo que sólo bailaría con aquél que le regalara una rosa roja. Así las cosas, por la zona en que vivía, y por el clima invernal, era casi imposible encontrar una rosa roja, porque en los jardines sólo había rosas blancas -¡vaya desgracia!-. Total que día tras día el joven sollozaba en las noches pidiendo un milagro para poder llegar al corazón de la doncella. Lo que el joven no sabía, es que junto a la ventana donde rezaba por el milagro, un ruiseñor fue consciente de todas las suplicas que el joven había hecho y se dispuso a ayudar.

Con ese noble ahínco del ruiseñor, todos se burlaban de su intención, pues al ser un ave tan pequeña y delicada no había forma materialmente posible que él pudiera conseguir la rosa roja para aquel muchacho que ya había amenazado con quitarse la vida en caso de no conseguir la ansiada flor.

Total que la historia culmina, en que el ruiseñor, ante la imposibilidad de conseguir de otro modo ayuda para aquel joven, enterró su corazón en la espina de una rosa blanca que se encontraba en el jardín de la casa del joven, donde cantaba la más bella melodía al amanecer, logrando que con tal poema de paisaje, aquella rosa blanca, se tornara de color carmín, convencido el ruiseñor que su muerte sería la más noble de todas porque ayudaría al joven a encontrar el amor.

Cuando el joven despertó y vio la rosa roja en su jardín, corrió a observar el milagro, sin saber que realmente había sido un sacrificio. Por la noche, cortó la rosa y la puso en su solapa, emprendiendo camino al baile donde había previsto ver a la doncella. Cuando se acercó a ofrecerle la rosa, la joven doncella, con desdén, solo le dijo “gracias, pero no combina con mi vestido”, negándose nuevamente a bailar con el muchacho.

¡Dios! ¡Cuántas lágrimas me hizo derramar ese cuento! No podía creer que hubiera gente tan mala en el mundo, ¿cómo era posible que la mujer hubiera hecho tal acto de crueldad?

Tal vez la historia como yo la narro no está totalmente apegada a la que Wilde escribió, pero es que aún después de tantos años, no me atrevo a hojear nuevamente aquel cuento, porque tengo memoria emocional, y este tipo de actos viles, lastiman rotundamente mi sensibilidad.

En fin, espero que les haya gustado esta historia que quise compartirles.

Las próximas entradas que haga en el blog de #las8 les compartiré en términos generales lo que ha aportado a mi vida diaria la literatura,  pero por mientras, nos gustaría leer si a ustedes les ha tocado vivir este tipo de actos de crueldad en sus relaciones amorosas.

¿Nos cuentan cómo lo han vivido? 



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